El invierno viene, la estación que más me agrada. Abrigos y chalinas, casacas y chaquetas vuelven a vestirme como a un muñeco de nieve. Esta estación, en donde hay días más cortos, noches más largas y temperaturas más bajas, mi habitad por fin llega a mi país y lo quiero disfrutar como si tan solo me quedaran 3 años de vida. Camino, escucho música y siento que la vida me consume cada día más, siento la desesperación de acelerar el cumplimiento de mis sueños porque presiento que me queda poco tiempo de vida. Sueño cada día algo y me parece extraño, antes solo cerraba los ojos y los volvía abrir cuando este mundo estaba iluminado, sin recordar que imaginé cuando dormía. En fin, no sé que estudiar, en donde ni cuando, parece que la ayuda de mamá a veces falta aqui. Los días de invierno los amo porque me ayudan a ser de un color y no fingir ser feliz, porque cuando me asomo a la ventana veo todo dramático y serio, muy parecido a mi personalidad y me siento por fin en casa. Me anima a escuchar música, sentarme a ver como el mundo se mueve y meditar acerca de todo lo que hacemos, a veces me siento extraño al pensar de esa manera a esta edad en donde quizás todos los jovenes se ven influenciados en otras actividades un poco más entretenidas y poco aburridas como las que yo suelo hacer. Conversaba con mi hermano mayor y le preguntaba: ¿Como sería el mundo si todos escucharan música como la que escuchamos nosotros?. Respondiendo a mi cuestión puedo decir que estaría en mi habitat, podría recien conversar y quizás socializarme un poco más con las personas. Talvez no existiría pobreza ni vicios tampoco la felicidad, en conclusión, me encontraría solo en este mundo porque todos morirían ahogados por no poder respirar sus gustos, sus deseos y sus ganas de desenvolverse como eventualmente lo hacian.